lunes, 30 de septiembre de 2013

Acariciando la tierra

La última erupción volcánica de Lanzarote duró seis años y cambió gran parte del paisaje de la isla conejera, como gustan de llamar  los nativos, olvidándose de su origen majo.

Grandes superficies otrora cultivables, quedaron sepultadas por el mar de lava haciendo improductiva las tierras más húmedas y fértiles.

El rofe (arena volcánica gruesa, del tamaño de un garbanzo), se utiliza para cubrir las tierras, protegiéndolas del viento, absorben la humedad de la noche y la transmiten a la tierra.

En Lanzarote aún se sigue usando el arado romano, en este caso tirado por el burro, pero al principio era tirado los hombres y después de la colonización por los camellos hoy dedicados a la explotación turística.


A pesar de que en el Parque Nacional de Timanfaya hay unos 300 volcanes los que desataron la más larga y y voluminosa erupción de los últimos siglos, los últimos en hacerse notar fueron el Tinguatón, el Tao y el Nuevo del Fuego, al fondo de la fotografía.

A pesar de esta inmensa catástrofe natural los conejeros sobrevivieron y siguen arando sus tierras.